10 años antes del
Apocalipsis, Desierto del Este
Edem
estaba condenado, pero nadie descubriría la gravedad de la situación hasta que
fuera demasiado tarde… El Apocalipsis estaba destinado a suceder, ¿pero que
llevó a que sucediera? ¿Tuvo alguien la oportunidad de evitarlo?Pequeñas señales empezaron a surgir por todo el mundo. Indicios sigilosos que anunciaban a gritos el fin de la vida.
El primero de todos ellos... Fue encontrado en el Desierto del Este. Semanas después del robo del Necronomicon,
justo cuando el joven gigante Stylon estaba a mitad de camino de la Torre del
Norte para ver que le había sucedido a su clan, llegaba una alarma desde Bong
Dhaget, la capital del Este, las tierras desérticas de Edem, a Ciudad Capital.
Por algún motivo, el suministro de agua que fluye por los acueductos bajo el
desierto ha dejado de manar, poniendo en peligro todo el país, que depende por
completo de esta agua. Un grupo fue enviado para investigar esto y
solucionarlo. Ellos fueron los primeros testigos de lo que le esperaba al mundo.
MAIRA
Sobrevolaban
en ese momento la fabulosa ciudad de Bong Dhaget a bordo del dirigible de
Palacio. Estaba maravillada con lo enorme y hermosa que era la urbe. Era la única
ciudad del vasto desierto, mas allá las calurosas arenas del Este tan solo
eran habitadas por bestias y asentamientos nómadas. La ciudad crecía bajo
ellos, repleta de laberínticos y estrechos caminos. El sol hacia que las
fachadas de sus edificios blancos brillasen, y arrancaba destellos dorados a
las cúpulas de los palacios. Bong Dhaget era un lugar sencillo a su manera,
pero en él habitaban muchos de los hombres más ricos de todo Edem. El puerto aéreo
estaba junto en el centro de la ciudad, y era la única zona despejada dentro de
sus muros, ya que en el resto de la ciudad los edificios crecían unos junto a y
sobre otros por doquier. A pesar de todo, no lograba disfrutar del viaje. El
calor era insoportable. No podía dejar de sudar, y la ropa se le pegaba a la
piel. Era sensación muy desagradable. Sus compañeros no parecían nada
preocupados por esto. Crista estaba en ese momento asomada con medio cuerpo
fuera de la cabina, sin aparente miedo ante la caída. Gritaba emocionada ante
lo que veía bajo ella.
-
¡Guau! ¿Habéis visto eso? ¡Tienen tejados de oro! Nunca había visto un
lugar tan grande, ¡es impresionante!
Entendía
a la chica. Nunca antes había salido de Priscilio, la ciudad flotante. Tan solo
la conocía desde hace unos días, pero desde entonces la chica le había hablado
sin parar, y ya la conocía como si hubiese estado con ella un año. Desde que tenía
uso de la memoria, Crista había crecido entre los ruidos de los motores de
Priscilio. Al igual que todos sus habitantes, había sido educada en el arte de
la mecamagia. La tecnología solo era permitida en Priscilio por orden del rey,
y llevaba siendo así desde hace siglos. Priscilio era una fortaleza flotante
sobre el Océano Central, y muy pocos podían visitarla, y menos aun abandonarla.
Quedaba poca tecnología funcional por Edem, pero algunos de estos antiguos
artefactos eran clave para la supervivencia de los habitantes del mundo. Un
buen ejemplo de esto era la Maquina de Succión de agua del desierto, de la cual
dependían los habitantes del este. Los ciudadanos de Priscilio eran los únicos
con el saber necesario para repararla, y por eso la chica los acompañaba.
Siendo una hija del hierro, como se les conocía en el resto de Edem, es normal
que se sintiera fascinada por aquella vista, ya que incluso ella la consideraba
arrebatadora.
-
Sí que lo es, pero no te asomes demasiado, a ver si te vas a caer –
Maira no podía evitar sentir cariño por ella. Le recordaba a su hija. La agarró
de la cintura y metió su cuerpo algo más dentro de la cabina, para que no la
derribase un golpe de viento - ¿Echabas de menos tu hogar, Inflame?
-
Este no es mi hogar.
El
elementoide de fuego se mantenía quieto, impasible, en mitad de la cabina del
dirigible. Sus llamas crepitaban alrededor de su cuerpo rocoso, sin quemar nada
a pesar de ello. Era imposible saber en qué pensaba, ya que los de su raza no
poseen rasgos faciales. Sus llamas eran salvajes, de un fuerte color rojizo, lo
que significaba que estaba en plena madurez. Con el calor que hacía, ella no se
atrevía a acercarse a Inflame, a pesar de que podía hacer que sus llamas no
prendieran nada, no podía controlar el calor que emitían.
-
Pero iremos hacia él. Si quieres podemos parar un tiempo para que veas
a tu gente una vez acabemos con nuestra misión.
-
No sobreviviríais en el yunque ni cinco minutos.
Maira había
oído hablar del yunque del sol. Era el centro del desierto, y su temperatura
era tan elevada que ningún ser vivo era capaz de sobrevivir en él demasiado
tiempo, excepto los elementoides de fuego. El lugar al que se dirigían estaba
muy cerca del yunque, la zona del desierto conocida como superficie del sol,
cuyo calor no era menos abrasador que en el yunque. Maira se mareó solo de
pensar en el calor que debía hacer en esa parte del desierto. Trató de
refrescarse echándose agua encima, pero solo ayudó durante un par de minutos.
El
dirigible aterrizó en el puerto aéreo sin problemas. Había varios dirigibles más
de comerciantes locales o mercaderes que visitaban la ciudad para comprar las
exóticas mercancías del este y llevarlas a sus tierras. Pero ninguno se
comparaba al grandioso y enorme dirigible de Palacio. Al verlos bajar del vehículo oficial, muchos
los miraron con seriedad, otros con curiosidad, pero ninguno fue a darles la bienvenida.
Maira no sabía si eran bien recibidos o no. Había oído que los extranjeros no
eran muy populares para la mayoría de habitantes del desierto. Los llamaban los
verdes, aunque no sabía cómo sentirse por ese apodo. Fueron a la entrada del
puerto aéreo, un gigantesco arco formado por dos esfinges uniendo las garras
delanteras. A pocos metros de esta, escucharon una voz que los llamaba.
-
¿Son ustedes los enviados de palacio?
La voz
tenía un acento extraño, pero hablaba su idioma. Todos en Edem sabían hablar la
lengua común, aunque no fuese su lengua nativa. Quien habló era un hombre de
ancho abdomen. Iba ataviado con una chilaba de color crema, que dejaba ver unas
piernas increíblemente delgadas comparadas con su barriga. En la cabeza llevaba
un pequeño gorro de color blanco que cubría poco más que su coronilla. El
hombre sonreía ampliamente, con la boca perfilada por una fina barba bien
recortada. Tenía las manos entrecruzadas y los miraba como si fuesen sus
mejores amigos.
-
Si. ¿Eres el Kalim el mercader?
-
¡Oh! – el hombre puso cara de asombro, aunque a ella también le
pareció captar desagrado en su expresión - ¡No querría! ¡Soy Marrak Kesh, su… representante.
Dio la sensación de que la sonrisa del hombre se ensanchó aun más, si aquello era posible. Ella le tendió la mano,
en muestra de amistad. Su papel era representar a la corona durante esta
misión. Era diplomática, debía hacer que el nombre de lo que representaba quedara bien. El hombre se quedó mirándole la mano, y durante un momento
pareció dudar, pero finalmente se la estrechó. No parecían gente muy sociable.
Ella lo soltó, sintiendo que las manos le sudaban ahora incluso más que antes.
-
Mi nombre es Maira. Ellos son Crista e Inflame – señaló a sus amigos,
los cuales saludaron, cada uno a su manera. Crista se inclinó en una reverencia torpe y
nerviosa, Inflame hizo una leve inclinación de cabeza. – Venimos en nombre de la
corona.
-
¿Dos mujeres? ¿Por qué mandan a dos mujeres a cruzar el desierto? ¿El
peso de la corona ha vuelto loco al rey?
El
comentario la molestó, pero ya la habían preparado para ese tipo de
comportamiento. Logró controlarse y mostrar una leve sonrisa diplomática.
-
Creo que los verdes os tomáis a broma la dureza del desierto. ¿O creéis
que si fuese fácil ir a esa parte de la superficie del sol no habríamos ido
nosotros ya?
Ella
decidió dejar ese tema que no llegaba a ninguna parte, antes de que sus
comentarios llegaran a ofenderla de verdad.
-
¿Tenéis alguna información que nos pueda ser útil en nuestra misión?
-
Por supuesto… pero lo primero es lo primero.
Marrak
adelantó su mano, dejando la palma hacia arriba. Le habían advertido que Kalim
era bastante avaro, no le sorprendió ver que su representante se comportara de
ese modo. Ella sacó una bolsa de cuero del tamaño de un puño y se la entregó.
Nada mas cogerla, el hombre se giró y comienzó a contar a toda velocidad y en voz alta.
Cuando acabó, volvió el rostro de nuevo hacia ellos, con su estúpida falsa
sonrisa aun mas exagerada que antes.
-
Bien, bien. Como adelanto no está mal. Seguidme por favor.
Nuevamente
reanudaron su marcha hacia la salida del puerto aéreo. Maira se acercó a Crista, dándose
cuenta de que los hombres no paraban de mirarla de un modo… lascivo, o de desaprobación.
La joven iba muy ligera de ropa, al contrario que el resto de mujeres con las
que se cruzaban. Parecia que nunca hubiesen visto unos muslos y hombros. A esta preocupación se le unía otra a la que no podía dejar de
darle vueltas desde que soltó el dinero. <He sido muy temeraria al darle el
dinero tan rápido>, se decía una y otra vez. Marrak se paró justo tras la
salida, que hace las veces de entrada, y les señaló una de las concurridas
calles que nacen desde allí, la más ancha y por la que hay más gente.
-
Kalim os está esperando en la avenida principal. Distinguiréis su
puerta en seguida.
Ella le
dio las gracias, y el hombre se despidió sin perder tiempo, volviendo de nuevo
a cruzar el arco para volver al puerto aéreo. Acto seguido escucharon un grito
agudo.
-
¡Maldito seas!
La voz
era sin duda la de Marrak, aunque sin ese tono meloso que había usado con ellos.
Instantes después Marrak volvió a aparecer bajo el arco, sujeto por el cuello
por una criatura humanoide con piel reptiliana y cabeza de serpiente. Un nagah.
Tan solo llevana un trozo de piel, a modo de los taparrabos que usaban los salvajes del norte, y una enorme hacha de doble hoja sujeta a la espalda por una simple cuerda que cruzaba su pecho. Maira nunca había visto uno, aunque sabía que vivían en las regiones del Este,
pero no eran muy numerosos. El mercader no paraba de patalear y agitarse en
vano, pidiendo a gritos que lo soltara. Cuando vio que esto no funcionaba, optó
por otra táctica.
-
¡Tengo dinero! ¡Te puedo pagar más de lo que te paga Kalim!
-
Eresss un esstafador de poca monta. No essstoy interessado en loss
trabajosss que puedass darme – la voz del Nagah era fría, carente de
sentimiento alguno. Su lengua larga y fina le impedía hablar de un modo
correcto el idioma, aunque aun así lo hacía bastante bien.
-
¿Quién es usted? – Maira estaba algo confusa ante la situación.
-
Sssoy Kobra, el guardaesspaldassss de Kalim el comerciante.
-
¡Miente! – los gritos de Marrak eran cada vez más agudos. Su rostro
comenzaba a tornarse rojo - ¡Ni caso, es un truhán mentiroso! ¡Detenedle pijos
de palacio!
No
sabía en cual confiar de los dos. Pero se le ocurrió algo.
-
Señor Kobra, este hombre tiene el dinero que le pertenece a Kalim. Devuélvenoslo
y luego le acompañaremos al comercio de Kalim. Le pagaremos a él en persona.
Sin
soltarlo, Kobra buscó la bolsa de dinero con la mano que tenia libre. Al
encontrarla la lanzó a los pies de Maira, que la recogió. Contó las monedas de
oro. Estaban todas.
-
¡Yo no he robado nada! ¡Me disteis ese dinero libremente!
-
Por este acto podríamos aprisionarte. ¿Quieres que te llevemos con
nosotros de vuelta? Las prisiones de palacio son muy acogedoras.
El
hombre palideció. Era lo que ella esperaba, al final su temor era infundado.
Pidió a Kobra que lo soltará. El estafador se alejó corriendo, pero antes gritó
algo.
-
¡Moriréis, verdes! ¡Ese Lefentauren está maldito!
-
¿A qué se refiere? – preguntó Maira al nagah.
-
Ni caso. Es un embaucador.
Crista
miraba con cierto temor al nagah. Seguramente nunca había odio hablar de ellos.
Cuando vio a Inflame le ocurrió lo mismo. Había estado toda su vida rodeada de
otros humanos y máquinas. El resto de criaturas le parecían extrañas, misteriosas y, al principio, terroríficas. Se le pasaría,
como pasó con el elementoide. El hombre reptil los guio hasta el comercio de
Kalim. Era una casa grande. En ella había un enorme establo, de varios metros
de altura. En el interior estaban los Lefentauren de Kalim. El motivo por el
que le habían encargado a él que los llevara radicaba en esas criaturas. Se decía que los
mejores Lefentaurens pertenecían a ese mercader, y que solamente él tenía uno
capaz de cruzar la superficie del sol hasta ese punto. Los Lenfetauren eran parecidos a elefantes, solo que cuatro veces mas grandes. Tenian la piel cubierta con un fino pelaje, y sus patas era robustas y largas, que le permitian moverse rápidamente a pesar de su enorme tamaño. Al entrar se encontraron
con una pequeña habitación con un humilde mostrador repleto de libros y
pergaminos desordenados. Frente a él había un hombre de pequeño tamaño ataviado con los típicos ropajes
del lugar pero con colores vivos y llamativos. Su barba era larga y fina, llegandole hasta mitad del pecho. Este contaba monedas a una
velocidad alarmante. Cuando escuchó sus pasos el hombre alzó la vista,
mostrando una mirada que dejaba ver su disgusto al obligarle a dejar de lado su
tarea. Al ver a Kobra con ellos, los ojos del hombre se iluminaron, y
rápidamente fue hacia ellos dando largos pasos con sus cortas piernas.
-
¡Oooooh! ¡Si son mis amigos del oeste! ¡Saludos y bienvenidos a mi
humilde morada amigos míos!
El
hombre hablaba increíblemente bien el idioma, sin deje del acento del este.
Las palabras salian de su boca rápidas y sin darles tiempo a responder.
-
Marrak ha intentado engañarlossss, sseñor.
-
Ese desgraciado hijo de un chacal. Los gronkos se lo lleven.
-
Me alegra conocerle, señor Kalim. Soy Maira, represente a su majestad
en esta misión. Ellos son Inflame y Crista – decidió ir al grano. El calor la
sofocaba. Dentro del edificio, bajo su sombra, se mitigaba levemente. Pero aun
así podía ver como las manchas de sudor crecían por su ropa. Estaba bastante
avergonzada, e intentaba no darle importancia. - ¿Cuándo podrá llevarnos?
-
Oh, directa al grano. Me gustas, amiga. Pero antes…
Al
igual que hizo Marrak, el pequeño mercader extendió la mano. Maira le dio la
bolsa sin dudar. Este la abrió sin perder tiempo y contó las monedas a una
velocidad alarmante.
-
Correcto. Un placer hacer negocios con vosotros, queridísimos amigos míos. Ahora
venid conmigo, y os presentaré al resto de nuestros compañeros.
El
hombre corrió la cortina de una puerta tras el mostrador, y los guió. El
interior de la casa estaba mínimamente decorado. Lo único que había eran bolsas
abiertas repletas de dinero. Estaba claro que Kalim era un hombre muy rico,
aunque parecía que solo coleccionaba monedas y no gastaba nada, viendo el escaso mobiliario y decoración. La casa era enorme, llena de habitaciones y patios interioes.
Finalmente los llevó hasta una habitación minúscula, con algunas sillas y una
pequeña mesa en el centro. Sentado tras esta había un hombre,
indudablemente del este por sus ropas y piel tostada, mirando fijamente un
mapa en el cual trazaba lineas con una pluma. Alzó la mirada hacia ellos al verles entrar.
-
Amigos, este es Turek. Es el mejor guía de toda Bong Dhagget. Él nos
llevará hasta nuestro destino. Turek, ellos son los amigos de palacio.
-
Encantado, señor Turek – Maira le saludó, contenta al ver que el
hombre parecía tener ya la ruta a seguir trazada en el mapa.
-
Kalim… ¿Por qué me habla esta mujer? – La voz del guía era fría,
despreciativa. No trataba de esconder el desprecio que sentía hacia ella.
-
Perdonadlo, señorita Maira. Las costumbres aquí son… distintas. A
partir de ahora hablaré a través de usted, para evitar malentendidos.
Accedió
a regañadientes. Crista estaba totalmente aterrorizada. Parece que le daba más
miedo ese hombre que la miraba con unos ojos repletos de odio que el
guardaespaldas nagah. Con una conversación lenta y tensa, consiguieron comunicarse
a través del mercader. El guía les indicó que tardarían 3 días de viaje, y que debían
partir inmediatamente. Contento, el mercader indicó a su guardaespaldas, al que
trataba más como un criado, que fuera a preparar el Lefentauren. Probablemente
le alegraba el hecho de partir pronto, pues minimizaría los gatos de la misión
en preparativos. Mientras hablaban, alguien más entró. El guía guardó silencio
al verlo. Se trataba de un hombre alto, probablemente del este también por su
piel morena, pero que iba vestido con pantalones anchos y cubría su pecho con
un peto de cuero, a diferencia del resto de hombres que había visto. Pensó que debía ser un soldado de esa región. Las mangas de la camisa bajo la armadura enran amplias,
finalizadas en brazaletes metálicos. Cubría su cabeza con un turbante que también ocultaba su rostro casi por completo. La espada le colgaba del cinto,
junto a una petaca y algunas bolsas de pequeño tamaño.
-
Oh, al fin llega el paladín que nos envía el generoso regente de
nuestra grandiosa ciudad.
El
mercader se levantó y fue hacia él, con intención de darle la mano seguramente.
Era bastante adulador por lo que podía ver ella, aunque no le cabía duda de que
solamente con quien le convenía.
-
No me toques - el mercador se paró inmediatamente, aunque no borró su sonrisa.- ¿Está todo listo?
-
Si. Solo faltabas tu - el guía parecia algo molesto por la interrupción, pero miraba con cierto respeto al recien llegado - Viajaremos durante tres días, ya que debemos
rodear el asentamiento de los gronkos. Durante esta época están bastante cerca
de nuestra ruta, sería mejor evitar problemas. Y más siendo el Lefantauren
predilecto de Kalim. No será necesario llegar demasiado cerca del yunque,
conozco algunas entradas secundarias a los subterráneos de los acueductos.
-
Entonces pongámonos en marcha. Debemos acabar cuanto antes. El agua
comienza a salir turbia y sucia. Ya hay varios enfermos.
-
¿Se han analizados muestras del agua? – era la primera vez que
escuchaba ese dato, por lo que sintió curiosidad.
-
Si, no se ha encontrado nada. Se han enviado muestras a Ciudad
Capital, pero tampoco han encontrado la posible causa de la enfermedad.
-
¿Cuáles son los síntomas?
-
Primero fatiga. El enfermo duerme más de lo normal y apenas come. Las
pocas horas que pasa despierto se muestra agresivo y desorientado.
-
Bueno, bueno. Nuestros doctores y sacerdotisas se ocuparan de eso, ¿no creen? No perdamos el tiempo con eso, mis valiosos amigos. El tiempo es oro.
El
soldado asintió, y se dirigió a la salida. Turek recogió el mapa y sus herramientas y no tardó el
seguirlo. Ella se acercó al mercader, que por algún motivo miraba debajo de la
mesa.
-
¿Quién es ese hombre?
-
Podéis sentiros afortunads, amigos mios. Se trata de Enor Al-Gatha. Es el guerrero más valeroso de nuestro amado regente,
capitán de su guardia y representante de los paladines de las arenas. Con él en el desierto no tenemos nada que temer.
Una vez
resuelta sus dudas, se fue junto a sus compañeros. El calor no mejoraba... Y empeoró al ver que Enor les entregaba unos turbantes para que se los pusieran. Debian protegerse la cabeza del sol, les decia el hombre. Si, pero... ¿quien la protegía a ella del calor?
KALIM
Terminó
de buscar debajo de la mesa, decepcionado. Había visto como Turek metía varias
monedas sueltas en sus bolsillos, pero no se le había caído ninguna. Escuchó
los pasos que inconfundiblemente pertenecían a su guardaespaldas.
-
¿Todo listo Kobra?
-
Sssi, ssseñor.
-
¿El paladín ha traido mas guardias con él?
-
Sssi. Dosss.
Kalim
maldijo su suerte. Primero no había monedas gratis, y ahora tenía dos bocas más
que alimentar por el camino. Tendría que subir el precio del viaje. Iban a
tener que hacer un recorrido más largo debido a que debían rodear para evitar a
esos salvajes y rateros gronkos, ¿no? ¿Qué menos que duplicar el precio por
unas horas de viaje? Le pagarían, pues él era el único modo de llegar
hasta la superficie del sol sanos y salvos. Le importaba poco la falta de agua. A él le preocupaba
mucho más la falta de monedas. Nunca había suficientes monedas… Con dinero ya compraría todo el agua que necesitase. Menos mal que
el viaje iba a ser más corto de lo que ese guía ruin creía.
-
¿Has preparado el veneno?
-
Sssssi.
-
Perfecto, perfecto.
Se fue
junto a su guardaespaldas, frotándose las manos, pensando en el recorte a los gastos. Era fiel y bastante eficiente,
para ser un nagah. Algún día debía plantearse tener la opción de pensarse pagarle un sueldo.
despues de dos dias esperando... me ha sabido a poco.
ResponderEliminarNo se, veo algo raro la narracion entre dialogos, unas estan en presente y otras en pasado...
Si, me di cuenta mientras lo leia, debo arreglarlo
ResponderEliminarque tonto es decir esto por aqui cuando estamos cara a cara xD
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